“Soy coreógrafa y me dedico a vivir, a bailar y sentir”. Ana Morales nos descubre el peso existencial del artista, en el que los bagajes de la mente y el cuerpo acumulados en el tiempo resultan en una interminable senda repleta de preguntas que desembocan en la búsqueda de trascendencia. Y entre los interrogantes que ella y Jesús Carmona afrontan está el de la identidad sexual y de género, dando muestra de cómo el arte flamenco está alineado con el pensamiento y sociedad contemporáneos.

“El Jesús de antes trabajaba esperando el beneplácito de todo el mundo, trabajaba desde la inseguridad”. Carmona está al fin decidido: quiere deshacerse de los estereotipos que mecánicamente aprisionan la identidad masculina.

Londres y el Sadler’s Well vuelven a ser el espacio de libertad adecuado para esta exploración. Ambos artistas han llegado al punto de ebullición creativo en el que han pasado de querer demostrar a ser. Una reconciliación personal que atesora la generosidad de compartir con el público toda la belleza, incluidas sus aristas. La vida y el arte hechos uno.